Después de casi toda una vida de trabajo en multinacionales, Ernesto Contreras decidió concretar dos sueños en uno: tener su propio emprendimiento con los riesgos y beneficios que eso implica, y que ese negocio tuviera que ver con una de sus pasiones, los helados.
Según sus propias palabras, “algo chico, pero bien pensado”. Así, en 2013 y con 58 años Ernesto decidió abrir Búffala, una heladería gourmet en el barrio de Recoleta. Su premisa es simple: elaborar un helado de excelencia de manera artesanal, para el cual se eligen los mejores ingredientes. Los gustos están en constante desarrollo, siempre en busca de algo diferente, novedoso y que el cliente no haya degustado antes. Para ello recurren a las mejores materias primas nacionales e internacionales.
Heladería Búffala requirió cinco meses para concretarse. En ese tiempo se realizó un análisis de la competencia según las zonas más indicadas para un local de este tipo (Caballito, Belgrano o Palermo fueron algunas de las opciones). Una vez reducida la selección, el destino o la casualidad hicieron que surgiera un local ideal en Recoleta. Factores que influyeron en la decisión: un barrio con buena tradición de consumo de helado, una avenida muy transitada, y un movimiento nocturno que posibilita la apertura en esa franja horaria.
El rigor en cada uno de los elementos que constituyen Búffala es el propio de una multinacional, pero en pequeña escala; productos de muy alta calidad en constante búsqueda de perfeccionamiento, un staff muy capacitado y dispuesto a innovar constantemente, buen trato de ambos lados del mostrador y limpieza. Además, un diseño de logo, un manual de producto y un manual de introducción para el personal.
Para Ernesto Contreras contar con una estructura de desarrollo de productos era un eje fundamental. En Búffala todos los productos a la venta están expuestos de manera que el cliente ve lo que se le sirve y lo que está a disposición, a diferencia de las heladerías convencionales donde hay un listado de todos los sabores, estén disponibles o no. De esta manera, quien entra a Búffala está obligado a pasear por las vitrinas y ver, no sólo el helado sino la importancia que se da a su presentación. El cliente elige por gusto o por atractivo visual. “Nuestro helado entra por los ojos pero se convalida por el gusto”, agregan.
Búffala cuenta con un repertorio fijo de sabores pero en constante innovación, desarrollado en una cocina a la vista del cliente. A estos sabores se suman muchos más como consecuencia de una búsqueda permanente de ofrecer nuevas propuestas, algunos pensados para ocasiones especiales (San Valentín o El día de la Mujer), otros en función de la curiosidad o de explotar el potencial de cada ingrediente. Así, hasta un repertorio de 68 sabores que rotan y que resultan en una estrategia muy atractiva de cara al cliente, que puede encontrarse sabores muy distintos en diversas visitas al local.
Las grandes cadenas de heladería no suelen ser sinónimo de elaboración artesanal como las heladerías de barrio. A esto apunta Heladería Búffala: convertirse en la heladería de referencia en Recoleta. Sin embargo, quizá por la calidad de su producto y su presentación, pero también por el cuidado que se presta a cada uno de los elementos que hacen al diseño de la marca y del local (logo, carteles, cartas) es que muchos interesados se han acercado a preguntar si se trata de una franquicia. “Todavía hay muchas cosas por mejorar. Si yo quiero ofrecer una franquicia, tengo que estar seguro de lo que le estoy dando a esa persona, y que lo puedo abastecer. A un año y ocho meses de haber abierto, las críticas sobre Búffala son excelentes, pero siento que aún hay mucho por transitar. Cuando el punto de madurez llegue, veremos qué camino, si el camino de la franquicia, o el camino de la inversión propia o con socios. Uno tiene que ser coherente con todo”. Profesionales Consultados: Ernesto Contreras
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